Sabrán cuánto me conmovió “A Dog’s Way Home” cuando les diga que luego de verla me sentí motivada a hornear unas galletitas de cacahuate y calabaza para mis “perrobrinos”, o perros sobrinos, los perritos de mis dos hermanas, porque en casa –todavía– no tenemos mascotas.
La historia, basada en el libro del mismo nombre, escrito por W. Bruce Cameron, narra la odisea de Bella, una perra que recorre cientos de millas desde Nuevo México hasta Colorado, solita, con el fin de reencontrarse con su amo.
Se trata de un relato ficticio, aunque bien se sabe de casos reales en los que tanto perros como otro tipo de animales realizan estas increíbles hazañas para volver al lugar donde aparentemente fueron felices.
Lo que es verdad en esta historia es que en Denver, Colorado, existe una ley que prohibe poseer perros pitbull o que tengan –o parezcan tener– cruza de esa raza.
Así que si eres dueño de un perro que a ojos de los empleados del departamento de Control de Animales tiene o “parece” tener características de pitbull, te lo requisan y lo duermen. En una entrevista con el autor del libro, Bruce Cameron, nos dijo que su novela tiene implícita la intención de que esta “absurda” ley cambie en Denver.
Mientras eso sucede, mis hijos y yo pusimos manos en la masa para celebrar el estreno de esta cinta, que llega a las salas el viernes.
Galletas de crema de cacahuate y calabaza
Ingredientes
- 2 1/2 tazas de harina integral
- 2 huevos
- 1/2 taza de calabaza enlatada
- 2 cucharadas soperas de crema de cacahuate
- 1/2 cacharadita de sal
- 1/2 cucharadita de canela en polvo
Manera de hacerse
Precalienta el horno a 350 gratos Farenheit (175 grados centígrados).
Mezcla todos los ingredientes, harina, calabaza, crema de cacahuate, sal y canela en un recipiente. Agrega poquita agua hasta que la masa esté maleable; debe quedar seca y rígida. Extiéndela en hojas de media pulgada y usa moldes o córtala en cuadros pequeños.
Hornea hasta que estén duras, por unos 40 minutos.
(Receta original de Allrecipes.com)
¡Y a disfrutar! Este es nuestro perrobrino Toby, quien a pesar de que ya no tiene dientes ni colmillos las saboreó feliz de la vida. Las remojó con su saliva hasta que quedaron suavecitas y se las pudo comer.
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